LOS PROBLEMAS DEL SI EN EL PLEBISCITO

Por Camilo Gonzalez Posso

La mayor parte de las opiniones de columnistas o de comentarios de analistas políticos se han dedicado a señalar las ventajas que logró la oposición promotora del NO con una estrategia de campaña orientada a despertar el miedo y la rabia. Allí caben todos las denuncias sobre tergiversaciones en lo humano y literalmente también en lo divino. Es posible que la pequeña diferencia y mucho más se explique por las estrategias de los opositores a los acuerdos, pero la verdad de este resultado también fue construida por las características de la convocatoria y de las campañas que promovimos el apoyo al Acuerdo Final de terminación del conflicto y construcción de una paz estable y duradera.

Hacia el futuro inmediato es necesario examinar las fallas de la campaña por el SI para intentar que la repetición de errores disminuya en la próxima ocasión y en la pedagogía que hay que continuar en estos días. En este ejercicio de evaluación con seguridad hay muchos y encontrados puntos de vista y es saludable que se discutan públicamente. Pronto se deberá pasar del debate a la búsqueda de convergencias que serán más sólidas si antes se han mostrado francamente las divergencias.

La larga lista de desaciertos en la campaña por la refrendación del Acuerdo Final no puede desconocer que se logró movilizar a favor de ellos el 49,78% de los votantes superando todos los cálculos previos de votación. Más de seis millones de colombianos respondieron al llamado a apoyar el Acuerdo Final como forma de defender la vida, rechazar la guerra y dar una oportunidad de mayor bienestar a la sociedad. Se formó una gran convergencia para respaldar el acuerdo de paz así como se había logrado en 2014. Y, como hecho especial, importantes sectores de empresarios, medios de comunicación y todo el mando de la Policía Nacional y de las Fuerzas Armadas respaldaron el Acuerdo como instrumento para el fin de la guerra. A todo esto se suma el extraordinario apoyo de la comunidad internacional y de los gobiernos de América y Europa. Todos estos factores siguen contando para salvar el proceso y la solución negociada en estos meses cruciales. La clave hacia el futuro cuenta con ellos como el principal activo y como la base para hacer las rectificaciones necesarias.

Para no echarle toda la culpa al huracán y a la lluvia en municipios de la Costa o a la pobre iniciativa de los políticos gobiernistas en Norte de Santander, Atlántico o el Valle del Cauca, aceptemos por sanidad mental y política que fueron muchos los problemas de las campañas por el SÍ y comencemos por los más evidentes identificados sobre todo a posteriori.

Dejamos para el final algunos problemas de fondo que llaman a hacer otra lectura de la abstención, a reconocer el desconocimiento de la existencia de fuerzas muy poderosas agrupadas en iglesias o asociaciones cristianas, el fracaso en la relación con la jerarquía católica y la ausencia de una estrategia de campaña incluyente de las mayorías urbanas y de la juventud.

Comenzamos por lo más comentado:

1. No se ha explicado con claridad que el Acuerdo Final y Definitivo es una cuota inicial para la paz pero la paz completa para todos los colombianos es mucho más que el fin del conflicto armado entre el régimen en el poder y las guerrillas de las FARC y el ELN.

No se ha aclarado suficientemente que la paz completa es un camino que se abre con el fin de toda guerra y del repudio al uso de las armas en política y en negocios pero que tenemos que construirla con auténticos cambios económicos y políticos en el postacuerdo. Por el contrario en muchos discursos se presentó el Acuerdo Final como el logro definitivo de la paz, silenciando no sólo el proceso en curso con el ELN sino la perspectiva de construcción de paz en la próxima década.

2. Desde voceros del gobierno se orientó la campaña por el SI de manera negativa diciendo que el objetivo del Acuerdo es el fin o desarme de las FARC. Algunos seguidores de este enfoque repitieron su lema “Adiós a las FARC” como sinónimo de paz y otros quisieron recurrir a la estrategia del miedo para “motivar” a la población urbana; en este punto no escapó el Presidente el día que llamó a votar alegando que con un triunfo del NO las FARC atacarían con terrorismo urbano.

3. Ese enfoque que igualó el acuerdo y la paz al mero desarme de las FARC colocó la visión del conflicto armado como exclusiva responsabilidad de la guerrilla y ocultó la responsabilidad de muchos sectores sociales, agentes estatales y negociantes legales e ilegales. Una cosa es llamar a apoyar el fin del conflicto armado que ha sido animado por políticos, empresarios guerreros y negociantes con diversos intereses y, otra limitarse a pedir apoyo para desmovilizar unos millares de subversivos.

4. Han faltado voces que muestren como todos los colombianos hemos sido azotados por la guerra, los conflictos armados y la violencia armada política y socioeconómica. Esa verdad se sigue escondiendo como también que la violencia armada ha sido promovida por las guerrillas pero más por grupos de poder para enriquecerse, apropiarse de tierras y recursos y también de grandes contratos corruptos. A muchos en las altas esferas de la política les cuesta aceptar públicamente que la alianza de parapolíticos, narcotraficantes, negociantes sin escrúpulos y agentes del Estado, ha sido parte de esta historia que se busca superar.

5. Desde los voceros oficiales de la campaña del SÍ se presentó el Acuerdo Final en sus contenidos de desarrollo rural o de justicia como un mal menor, un costo a pagar para desarmar un grupo armado con capacidad de matar y hacer daño. De esta manera se degradaron los contenidos sociales y democráticos que tiene el acuerdo para beneficio de los colombianos. La apertura democrática real como necesidad para una sociedad pacifica no figuró en los discursos.

6. En muchos mensajes se enfocó la campaña por el SI como una solidaridad con los campesinos de las zonas de confrontación armada y no como un camino hacia el bienestar de todos. Esta idea se funda en una lectura equivocada de la violencia política y económica en Colombia como un problema rural o sólo de insurgencia y no como parte de un modelo de poder y de acumulación que ordena buena parte de las relaciones en toda la sociedad. En suma se hizo una campaña mostrando los beneficios del Acuerdo sobre todo para las poblaciones rurales o los 300 municipios pequeños más golpeados por la guerra.

7. Se ha hecho la lectura de la paz como solidaridad con víctimas individuales y se las ha simbolizado en victimas de uno u otro bando. Con ello se ha ocultado la realidad de los colectivos, comunidades y territorios rurales y urbanos. Se silencia que la violencia armada ejercida durante más de siete décadas en Colombia ha llevado a que toda la sociedad colombiana sea víctima, toda la población rural de manera directa y buena parte de la urbana también.

8. La mesa le dio un tratamiento discriminatorio a la interlocución directa con los indígenas y afrodescendientes, y sólo al momento final decidieron incluir el capitulo étnico. Las resistencias del gobierno y las FARC a dar mayor protagonismo a las organizaciones basadas en los cabildos o en los Consejos Comunitarios reflejan problemas políticos no resueltos y posiciones en contra de la autonomía territorial y de la jurisdicción indígena. Por otro lado cuentan también las reservas desde sectores de poder a la vigencia del derecho a la consulta y consentimiento previo, libre e informado y el temor a los reclamos de derecho a la consulta y a figuras de autonomía territorial desde sectores campesinos.

9. Los megarelatos que sirven de apoyo a la campaña oficial ocultan que la guerra ha reclamado centenares de millones de dólares para el gasto militar y de seguridad pública y privada y ha significado la destrucción de vidas y de millones de días de vida perdidos por el daño; esas visiones minimizan la destrucción de comunidades, organizaciones y de posibilidades de vida democrática. Se oculta o al menos se subvalora que la violencia urbana de la gran criminalidad organizada ha sido la otra cara perversa del conflicto y de la violencia armada por poder y riqueza; o que la violencia del narcotráfico y de la corrupción mafiosa de los negocios ha impregnado a toda la sociedad. Los corruptos de la mega contratación y los lavadores de activos de origen ilícito han ganado con esa visión que sólo ve narcotráfico en lo rural y en las finanzas de grupos armados ilegales.

10. Se metió al país en el enredo del Plebiscito para apoyar un libro que tiene centenares de acuerdos puntuales. Desde muchos centros de pensamiento se advirtió que ese mecanismo participativo no era ni constitucional ni adecuado para refrendar el texto del Acuerdo Final. Se llamó plebiscito a un Referendo imposible, se hizo depender de un arbitrario umbral la suerte de la implementación inmediata y se amarró al plebiscito el blindaje jurídico del Acuerdo.

11. La pregunta del Plebiscito trató de ajustarse a las indicaciones de la Corte Constitucional pretendiendo demandar el apoyo a la decisión del Presidente de promover y firmar el Acuerdo Final, pero al mismo tiempo llamó a refrendar el texto en sus detalles. La llamada decisión política que debía ser mandato sólo para el Presidente era al mismo tiempo la llave para elevar todo el contenido del Acuerdo Final en parte del bloque de constitucionalidad. Pero toda esa vuelta construida con la ayuda del Congreso de la República y su acto legislativo era comprensible solo en la sabiduría de los especialistas. Para el pueblo el pedido de refrendación en el plebiscito se volvió un acto de fe. Y una tarea obligada para quienes apoyamos el proceso de paz y su cuota inicial acordada con las FARC.

12. Aunque mucho se intentó el plebiscito no superó la polarización Santos –Uribe. El Presidente apareció en realidad como jefe de campaña en la inevitable tarea de defender su actuación sometida al voto popular. Su equipo de campaña fue la coalición de gobierno y los partidos y personajes que la conforman. La campaña estuvo encabezada por los mismos políticos de la campaña por la presidencia en 2014 y no logró tomar distancia ni del desgaste de acciones de gobierno ni de pugnas inter partidarias hacia las elecciones de 2018.

13. Atrapada en esa polarización la campaña del SÍ fue en buena parte defensiva frente a las acusaciones de los opositores del uribismo y demás aliados. La denuncia sobre el desconocimiento del contenido del Acuerdo llevó a dedicar grandes energías en pedagogía que por su esfuerzo de simplificación no escapaba a la verdadera dificultad de leer y evaluar el libro del Acuerdo Final con sus 297 páginas. Y entre más pedagogía más necesidad de explicaciones a asuntos complejos. Se llegó al absurdo de más pedagogía igual a menos campaña efectiva sobre todo en las grandes poblaciones urbanas y rurales tradicionalmente abstencionistas.

14. La falsificación y la campaña del miedo desde la oposición llevó a una guerra contra mitos difíciles de desmontar sobre beneficios para las FARC supuestamente a costa de sectores pobres y otros sensibles a impuestos en pensiones o negocios. No se logró neutralizar las falacias sobre la entrega del país a las FARC y al castrochavismo, o la imposición de una dictadura presidencial para la impunidad de los jefes guerrilleros o las ventajas supuestamente exorbitantes para su nuevo partido.

15. El respaldo a los acuerdos llamando a votar SÍ en el plebiscito fue a medias y contradictorio desde sectores de izquierda que mantienen con razones la oposición a las políticas del gobierno Santos en temas distintos al proceso de diálogos para la paz. Algunos desde sectores del Polo Democrático, sindicatos, ONGs o desde organizaciones sociales afines al camilismo en Arauca, estuvieron en un SI pero con una lista interminable de NO a las políticas antipopulares. Muchos de estos sectores no lograron resolver su decisión de apoyar con reservas las negociaciones de paz y el acuerdo con las FARC y su estrategia de oposición al gobierno y esta postura se reflejó en baja iniciativa de campaña y en dobles mensajes.

16. Las FARC intervinieron en la campaña con bajo perfil y sobre todo con mensajes de reconciliación como los adoptados en la X Conferencia que ratificó la firma del Acuerdo Final. Subvaloraron el descrédito que se han ganado o les han construido durante décadas y su aislamiento político en las ciudades. Así apareció en el manejo que hicieron del tema del Perdón. Las palabras de Timochenko en Cartagena resumen el avance de las FARC en esa dirección y también sus vacilaciones; fue un perdón pedido con condiciones reflejadas en la expresión utilizada cuando dijo que «En nombre de las FARC-EP ofrezco sinceramente perdón a todas las víctimas del conflicto por todo el dolor que hayamos podido causar en esta guerra». Es un pedido de perdón a medias pues todo queda sujeto a la prueba posterior sobre las responsabilidades y circunstancias de los abusos en derechos humanos o infracciones a las normas del DIH.

Los pasos avanzados en la dirección esperada en el país se vieron en los conmovedores encuentros con las víctimas de Bojayá, familiares de los diputados del Valle asesinados y de las victimas de la Chinita en Urabá. Las carencias se notaron en el mencionado discurso y en declaraciones de algunos mandos medios que le dieron más fuerza a sus reclamos como víctimas por el asesinato de familiares. El desafortunado “quizá, quizá” siguió en el aire.

17. Fue importante el impacto de la decisión de las FARC de colocar a disposición de la reparación integral a las víctimas todos sus bienes y recursos obtenidos como parte de la “economía de guerra”. Pero también es cierto que la noticia llegó cuando faltaban horas para el Plebiscito y no logró neutralizar la campaña que sobre este tema hicieron los opositores al Acuerdo Final.

18. La convergencia que apoyó el SÍ al Acuerdo Final estuvo alineada en la pedagogía del contenido de los acuerdos pero, exceptuando a los voceros de la coalición de gobierno y a sectores de los Verdes y algunos congresistas del Polo, nos limitamos a acciones dispersas en las redes y a débiles iniciativas mediáticas o de reuniones de líderes. En las ciudades no se vio una fuerte campaña entre los sectores populares ni entre la juventud, ni existió una estrategia coordinada entre los comités del SÍ o las principales fuerzas.

El llamado director nacional de campaña, designado por el gobierno, se dedicó al debate personalizado con el ex presidente Uribe y ni intentó coordinarse con partidos, organizaciones sociales o comités. La subdirectora destacada a última hora por el Presidente pasó de un ministerio a la clandestinidad y el jefe de campaña entre los empresarios, salió de Avianca a ninguna parte y no fue visible en estos días. Y si eso ocurrió a nivel nacional fue mayor la descoordinación en lo local, municipal o departamental. La iniciativa desde los gobiernos en muchos territorios llenó el vacío de la iniciativa partidista o de organizaciones sociales.

El triunfalismo fue la nota dominante entre los promotores del SÍ. Las encuestas ayudaron mostrando un margen favorable mínimo de 20% en la intención de voto por la refrendación. Eso y mucho más ayudó a bajar la guardia el 2 de Octubre.

En mi fácil tarea de memoria incompleta puedo agregar después otros puntos a esta lista, pero para terminar retomo los temas clave mencionados en la introducción: abstención, fuerza cristiana y estrategias de negociación.

19. No hubo estrategia frente a los abstencionistas. Esta es una verdad de Perogrullo de difícil interpretación. En el deber ser se contrasta la importancia histórica de los asuntos en juego con el Plebiscito y una abstención que llega al 63%, muy superior a la que se presentó en las elecciones presidenciales con 56%, o al promedio de las últimas décadas que ha sido del mismo orden. En las elecciones para el Congreso de la República la abstención ha tenido un promedio de 57% en este siglo XXI.

Si se tiene en cuenta la realidad de la democracia electoral y de la racionalidad del voto lo que se analiza es el porque no se dio la participación de un 5% adicional o en el mejor caso de un millón adicional de votantes para acercarse a los 15 millones que participaron en 2014.

En la votación por la Asamblea Constituyente en diciembre de 1990 la abstención fue 70% no obstante haberse dado un acuerdo nacional sobre su convocatoria y no existir oposición declarada desde ningún sector. La información fue suficiente y tal vez influyó en la baja participación que estuvieron ausentes las maquinarias políticas por la inhabilidad impuesta a los congresistas para ser parte de las listas. Además es posible que el grueso del electorado entendiera que todo lo esencial estaba decidido y muchos consideraron poco útil su voto ante el esfuerzo de ir a votar por sus propios medios y sin contraprestación personal directa.

En esta ocasión de 2016 la población y entre ellos los abstencionistas, no tuvieron la información suficiente sobre el significado del Plebiscito y lo que recibieron fueron mensajes confusos, complejos, insuficientes, contradictorios por el lado del SÍ. Y por el lado del NO el mensaje sencillo, aunque falso, sobre una paz regalada a las FARC con beneficios sólo para unos criminales a costa de la gente y del país.

Las maquinarias políticas no funcionaron por el SÍ y menos por el NO. Y con respecto a las presidenciales hubo menos estímulos perversos al elector que se mueve por prebendas personales o por diversas formas de clientelismo y compra venta de votos.

Puede decirse que la participación que se dio en el Plebiscito fue más consciente que la que se registró en las presidenciales de 2014. Hubo más voto de opinión no obstante la abstención.

La abstención en la Costa Caribe fue de 75% que supera todo antecedente. Allí pesaron todos los factores mencionados, anotando un impacto mayor de la débil acción de las maquinarias políticas afines al gobierno. A todo hay que agregar el impacto del huracán y de las lluvias cuya dimensión en votos por el SÍ puede haber sido cercana a lo que faltó para que hubiera ganado la refrendación del Acuerdo Final. En los municipios que más sufrieron el paso del huracán el total de votos esperados eran sólo 60 mil, pero con tan estrecho margen no se pueden sacar conclusiones fáciles sobre la brecha que quedó.

No debe olvidarse que en el Valle, sin huracán la abstención fue del 64%, en Chocó o Putumayo del 68% y en los departamentos en donde el NO fue mayoría la abstención estuvo alrededor del 60% en razón de la alta participación en los centros urbanos.

Considerando todos estos elementos para el análisis no se puede afirmar que la alta abstención decidió el resultado, pero si que la convocatoria a decidir sobre el acuerdo final y el futuro de Colombia en paz no capturó el entusiasmo de inmensos sectores urbanos y rurales que miraron lejano el escenario de conversaciones, encerrado en una isla y ajeno a sus preocupaciones inmediatas.

Como observo Pepe Mojica, faltó pensar en la gente: El manejo del Presidente fue “demasiado gerencial y con poca participación de los de abajo. La gente se ha asomado como a un balcón al proceso de paz”. El proceso se inició en seco desde arriba y el esfuerzo de discreción y de controlar el protagonismo de las FARC le restó participación y apropiación por parte de la población. La gente fue relegada de hecho al papel de observadores pasivos de una película lejana.

20. Los misterios de las asociaciones cristianas no los entendimos desde la elite académica o del poder laico. Circularon videos y mensajes de audio de los pastores en campaña en muchas partes del país. Sencillamente hablaron en nombre de Dios y Jesucristo para decirle a sus fieles que el Acuerdo Final y el SÍ en el plebiscito eran una obra del demonio.

Algún cristiano crítico de estas predicas las denominó “terrorismo teológico” o seudoteológico que convierte en otro artículo de fe una posición política derivada de una mentira: que el acuerdo esta atravesado por una “ideología de genero” que lleva a destruir la familia, a propagar la homosexualidad y el aborto y a generalizar el castigo divino con todo tipo de males y de plagas en contra de los impíos. (Escuche algunos audios divulgados por pastores en Bogotá en www.indepaz.org.co). Toda esa arenga sonó tan absurda que se interpretó como inofensiva por lo burda y el exceso de fanatismo.

Según la senadora Vivian Morales la mayoría de los pastores se alinearon contra el Acuerdo Final. Esa realidad está apoyada en más de 6.000 asociaciones cristianas no católicas que pueden agrupar a 3 millones de personas y según algunos tener influencia en el 20% de la población colombiana. Seguramente se presentaron diversas predicas en contra del Acuerdo Final, unas más moderadas que otras, con el común denominador de llamar a defender a la familia y a rechazar un acuerdo que supuestamente llevaba a fortalecer posiciones a favor de legalizar el matrimonio gay, el aborto o la educación sexual permisiva o en pecado.

En un contexto de polarización fue imposible para los defensores del Acuerdo Final desmontar los temores de unos y la campaña de mentiras de otros. Pero además este tema de la ideología de género fue subestimado en todas las campañas y organizaciones promotoras de la refrendación del Acuerdo Final. Fue pobre la respuesta y llena de menosprecio o de temor. Pocas voces se escucharon mostrando que el texto del Acuerdo en ninguna parte predica lo que dicen muchos pastores secundados por sacerdotes católicos y predicadores de otras iglesias como el exprocurador Alejandro Ordoñez.

Como nunca en la historia de Colombia se mostró la simbiosis de religión y política, por lo menos nunca después de la alianza de la jerarquía católica con la derecha falangista en los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado.

La consecuencia del desconocimiento y subvaloración de la presencia en política de pastores y sus comunidades llevó además a la falta de diálogo o a asumir que se trataba de otra maniobra del uribismo o del fantasma del discípulo de Lefebvre. No se acudió a las comunidades cristianas tradicionalmente promotoras de la paz para pedir su ayuda en la comprensión del fenómeno y buscar el lenguaje adecuado para poder hablar con la verdad.

El tratamiento a la jerarquía católica y la respuesta a sus dudas y objeciones también tuvo serias carencias que deben ser objeto de reflexión hacia el futuro. La Conferencia Episcopal y la Comisión Nacional de Conciliación tuvieron un protagonismo especial en procesos anteriores y en esta ocasión no se aprovechó esa experiencia y por el contrario se fortalecieron entre las jerarquías las posturas neutrales y hostiles al proceso y al Acuerdo Final.

El afán autocrítico de este escrito puede llevar a exagerar errores y dificulta la ponderación de ellos para que el inventario sirva para algo positivo hacia el futuro. Son los rezagos que quedan de la máxima china: es mejor exagerar nuestros defectos cuando llega el momento del examen que sacar todas las dudas cuando vuelven los imperativos de la acción.

Camilo Gonzalez Posso

Presidente del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz – INDEPAZ. Magister en Economía, Ingeniero Químico. Profesor en varias universidades entre 1968 y 1994, Ministro de Salud de la República de Colombia (1990 – 1992). Consultor del Ministro de Trabajo (2000 – 2002). Director del proyecto Centro de Memoria y Paz de Bogotá. Autor de varios libros, ensayos y artículos periodísticos dedicados a temas económicos, políticos o sociales de la construcción de democracia y paz.