La suerte del Cabo Moncayo

Por Indepaz

En este país hay gente que se preocupa más por proteger a los perpetradores de falsos positivos y de positivos atroces que están en la agenda de la fiscalía, que por la suerte de los soldados y policías que siguen cautivos en poder de las FARC. Y peor aún, a muchos les es indiferente que a personas como el cabo Pablo Emilio Moncayo las tengan amarradas un mes u otros diez años más porque al Presidente le molesta que el precio de esa libertad sea una foto de primera plana.

No es un secreto que las FARC están jugando como tahúres con liberaciones carta a carta y que quieren el menor desgaste y construirse un trampolín político; tampoco se desconoce que para la estrategia de guerra del gobierno es más importante un golpe militar y un grito de guerra y deslegitimación de  los subversivos que agilizar la liberación de cualquiera y más si se trata de secuestrados que catalogan de segunda categoría.

El límite ético hace rato que se traspasó en esta cruel historia de secuestro, rehenes y prisioneros. Los guerreros de lado y lado siguen sus prioridades y buscan a toda costa solo ventajas,  pero lo  más extraño es la indiferencia de la gente comenzando por Ingrid Betancurt, sus amigos franceses y tantos que se mostraron solícitos cuando aún estaban en la selva los personajes de la política y los contratistas militares gringos. ¿En donde andan por estos días los promotores de las marchas por la libertad? ¿Porqué tan precarias las campañas institucionales de los medios masivos de comunicación? Solo  queda la marcha del Profesor Moncayo, la mirada inquietante de Emperatriz de Guevara, la angustia de la familia del General Mendieta  y la prudente espera de Colombianos por la Paz. Por lo demás, silencio, indiferencia, desconcierto y discursos altisonantes desde la Casa de Nariño.

Los argumentos del Presidente contra la presencia de Piedad Córdoba son bastante livianos: no quiere darle oportunidad a las FARC de hacer política con esas liberaciones ni permitir que se acrediten los facilitadores. Parece un cuento macabro: las FARC ante la derrota de su práctica atroz con los secuestros y terribles cautiverios, después del golpe con la Operación Jaque y del autogolpe con el asesinato de los diputados del Valle,  se ven obligadas a liberar a los militares que quedan en su poder y el gobierno les dice que no acepta a los facilitadores que mostraron eficacia para la liberación de Alan Jara y Sigifredo López, porque Cano pretende mandar mensajes políticos (ultraconocidos y requeterrepetidos).

Además, con este tejemaneje inhumanitario,  el país se priva de los buenos oficios de Brasil que en la pasada ocasión ayudó con discreción y eficacia y que no solo ha mostrado que es un aliado de excepcional importancia en acciones humanitarias sino un potencial colaborador en la construcción de escenarios de dialogo hacia la paz.

Todo parece indicar que para los amigos de 15 años más de guerra es más útil el cabo Moncayo encadenado, fusilado o muerto en un intento de rescate, que aceptar que acelerando estás liberaciones se puede explorar una oportunidad para dialogar sobre el cese de hostilidades. Como diría el señor Cínico Caspa: Aquí vale más una proclama bélica que una ilusión de paz.