El “cañazo” de la “Operación Jaque”

por

 
 
Definitivamente, de ser cierta la versión según la cual la “operación Jaque” fue un enmascaramiento para recibir a la secuestrada Ingrid Betancourt,  por cuyo rescate se pagó una fuerte suma de dinero, según el documental del periodista Nicolás Guillén, estaríamos ante el hecho cierto de otro falso que se adiciona a la cadena de falsedades del pasado gobierno del presidente Álvaro Uribe. El falso jaque, bien se podría denominar, aludiendo a la manera como se conoció la exitosa operación militar de rescate de la secuestrada Ingrid.
 
Según lo han reseñado distintos medios de comunicación, y el documental de marras,  los secuestradores de Ingrid recibieron la suma de 100 millones de dólares, cancelados por el gobierno de los Estados Unidos y el de Colombia. En  principio,  por lo menos en mi sentir, parece un contrasentido e imposible dado que fueron gobiernos (Uribe – Bush) que se caracterizaron, al menos de labios para afuera,  por no negociar con “terroristas”, de acuerdo con los trazados del “eje del mal” definido por Bush.
Entonces, la revelación periodística, además de confirmar aquel axioma según el cual en la guerra la primera víctima es la verdad, saca a la luz pública una serie de especulaciones que, en voz baja (para no tirarse la fiesta), se tejieron horas después de sucedida la espectacular “operación militar” y, lo más importante,  que permitió la liberación de Ingrid y los ciudadanos de los Estados Unidos secuestrados por las Farc.
Voces que decían  que era un imposible que la Cruz Roja se tragara el sapo del uso de sus emblemas (¿delito de Perfidia?) poniendo en riesgo la esencia del principio de neutralidad, se escucharon en privado; insólita, dijeron otros,  la ingenuidad exhibida por los “carceleros” de las Farc (César y alias “Gafas”) en los videos de la operación cuando,  precisamente,  el país y la comunidad internacional conocen la brutalidad e inhumanidad de los “farainos” en el trato a los secuestrados en particular y a la población civil en general (minas antipersonal, cilindros bombas, “pescas milagrosas”, reclutamiento de menores y un largo etcétera de barbarie documentada y justificada por voces de las Farc);  los más escépticos (¿bien dateadados?) incluso llegaron a decir que la Operación Jaque no era posible sin el pago de rescate y, ahora recuerdo, hasta la cifra que se revela de (100 millones) en ese entonces surgió, por supuesto, como especulación.
Enmascarar, camuflar, engañar, sorprender, distraer, entre otros muchos, son verbos que se conjugan, desde tiempos inmemoriales y según los manuales y escritos de expertos, en el “arte de la guerra”. ¿Acaso no fue la “verdad” de la existencia  de  “armas de destrucción masiva” la que justificó (coalición liderada por los Estados Unidos) la invasión a Irak? ¿Se dijo o no, al principio,  que la “Operación Fénix” o bombardeo de Angostura se realizó sin pisar territorio ecuatoriano? ¿Acaso en los hechos del Palacio de Justicia  a varios de los desaparecidos y aparecidos muertos, años después, se pudo comprobar, por imágenes de videos, que salieron vivos? ¿Es cierto o no que jóvenes de barriadas humildes de Soacha se les llevó a zonas de conflicto y luego aparecieron muertos vestidos de camuflados y presentados como “bajas guerrilleras”? ¿Acaso no se utilizó el momento de la elección de la Asamblea Constituyente para enmascarar la “guerra integral”  desatada por el Presidente César Gaviria hace 21 años?
Entonces, que la “Operación Jaque” sea un engaño, es un asunto que se explica desde la lógica y  la semántica bélica. Más aún cuando el que presume de autor y responsable, así lo ha reconocido ante las cámaras de televisión, es experto en el juego del Póquer. ¡La “Operación Jaque”,  todo un “cañazo”!         
*Constituyente de 1991