Columna enmarihuanada

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Cuando prohรญban la dosis personal, por la pica, me voy a parar a fumar marihuana en la puerta de la Catedral. Para que me lleven, obligado, donde un policรญa y donde un psiquiatra. Le mostrarรฉ al psiquiatra todos los libros que he leรญdo, todos los libros que he escrito, toda la mรบsica que he oรญdo y todos los cuadros que he visto con la percepciรณn exacerbada por la droga. Y si quieren, que me encanen. Si me encanan, llevarรฉ una cuerda. Si me quitan la cuerda, llevarรฉ los cordones de los zapatos. Si me quitan los zapatos, dejarรฉ de respirar. Para quรฉ respirar donde no hay libertad.

 

ACABO DE FUMARME UN PUCHITO de marihuana. Los miles y miles de libros de mi biblioteca, de todos los colores, estรกn bailando conmigo.

Es como si los hubiera leรญdo a todos y me saludan de lejos, moviendo las pรกginas como viejos amigos. No sรฉ por quรฉ, miro a mi novia y se me parece a Nefertiti; casi nunca la habรญa visto tan bonita. Yo sรฉ que los libros no bailan y que mi novia no es Nefertiti; pero verlos bailar y verla como Nefertiti es una experiencia bonita. Irreal, pero bonita.

Daniel Pacheco, columnista de este periรณdico que valientemente se declara consumidor de drogas, nos estรก invitando, antes de que prohรญban la dosis personal, a que hagamos una manifestaciรณn portando โ€œuna dosis de personalidadโ€. Yo espero poder asistir y pienso llevar una soga. Es la soga con la que podrรญa ahorcarme, pero con la que espero no tenerme que matar. Quiero tenerla a mano, por si me da la gana, nada mรกs. Porque ni Uribe ni Uribito, ni Palacio ni Palacito, me lo pueden impedir.

Prohibir el porte y el consumo personal de marihuana o de cocaรญna, para que no haya drogados, serรก tan eficaz como prohibir las cuerdas y el matarratas para que no haya suicidas. Si uno se quiere matar y no encuentra cuerdas, se busca un precipicio o se cuelga de un bejuco. Lo que defendemos quienes defendemos la dosis personal es la libertad. La libertad, incluso, para jodernos la vida, si la vida nos jode y nos la queremos joder.

ย Hacรญa aรฑos que no me fumaba un porrito de marihuana. Me la consiguiรณ un amigo; empacada al vacรญo, punto rojo de la Sierra Nevada de Santa Marta. De lo mejor del mundo. En รmsterdam la venden carรญsima. Tengo sed; tengo los ojos rojos. Acabo de poner las Variaciones Goldberg, de Bach, tocadas por Glenn Gould. Siempre me ha parecido, estando sobrio, que es una mรบsica celestial. Ahora, con el efecto del punto rojo, me parece que he llegado a un paraรญso musical superior.

Cojo un viejo libro que me estaba saludando mucho. Es de un autor inglรฉs consumidor de opio. Dice algo muy interesante. Dice que cuando uno consume opio comprende que โ€œlo รบnico real es el dolorโ€. No voy a probar nunca el opio; no debo. He estudiado y sรฉ que produce una adicciรณn irrefrenable. Si no la produjera, probarรญa tambiรฉn opio, pero la educaciรณn me dice que no lo debo hacer.

No fumo tabaco, por el cรกncer. Si Uribe y Uribito prohibieran por completo el cigarrillo, me pararรญa frente al Palacio (y frente al Palacito) a fumarme un Pielroja, dos Pielrojas, cien Pielrojas. Dice Nefertiti que ella no confรญa en aquellos que no se toman ni un trago. Algรบn demonio muy hondo tendrรกn que ocultar. Si Uribe y Uribito prohibieran el alcohol (con lo que les gusta), me conseguirรญa una botella de ron de contrabando y me harรญa encanar.

Cuando prohรญban la dosis personal, por la pica, me voy a parar a fumar marihuana en la puerta de la Catedral. Para que me lleven, obligado, donde un policรญa y donde un psiquiatra. Le mostrarรฉ al psiquiatra todos los libros que he leรญdo, todos los libros que he escrito, toda la mรบsica que he oรญdo y todos los cuadros que he visto con la percepciรณn exacerbada por la droga. Y si quieren, que me encanen. Si me encanan, llevarรฉ una cuerda. Si me quitan la cuerda, llevarรฉ los cordones de los zapatos. Si me quitan los zapatos, dejarรฉ de respirar. Para quรฉ respirar donde no hay libertad.

Creo que ya se me pasรณ el efecto. No creo que me haya hecho ningรบn daรฑo. El que se sienta daรฑado por mรญ, que arroje la primera piedra. Adiรณs, me voy pโ€™al cuarto a dormir con Nefertiti. Bien comprendo la envidia que les da.