“Nos vemos dentro de 10.000 muertos”

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Mรกs allรก de la tristeza, el resultado del plebiscito tiene un efecto polรญtico muy grave, y por tanto Colombia tiene un problema polรญtico que debe resolver de forma urgente, por medios exclusivamente polรญticos, no jurรญdicos.

Los argumentos de la campaรฑa del No al acuerdo de paz en Colombia, ademรกs de abusivamente burdos y simplistas, carecen de sustento alguno a la vista de las 297 pรกginas del Acuerdo Final, paciente y cuidadosamente elaboradas durante cuatro aรฑos de trabajo

Enrique Santiago Romero – Asesor jurรญdico de las FARC

04/10/2016 – 09:32h

“Nos vemos dentro de 10.000 muertos”
Tlaxcala, Mรฉxico, 1992.

El sorprendente resultado del Plebiscito celebrado el pasado domingo en Colombia, donde el ‘No’ al Acuerdo de Paz suscrito entre el Gobierno y las FARC EP se ha impuesto por un estrecho margen de 56.000 votos entre mรกs de 12 millones y medio depositados, sitรบa al concluido proceso de Paz que se adelantรณ en La Habana desde el aรฑo 2012, en un delicado trance. El problema que este resultado ha creado es eminentemente polรญtico, en ningรบn caso es un grave problema jurรญdico.

El Acuerdo Final para la terminaciรณn del conflicto y el establecimiento de una paz estable y duradera, alcanzado el 24 de agosto de 2016 en La Habana, mantiene su validez jurรญdica a pesar del resultado del plebiscito. Ello por varias razones. En primer lugar, porque el artรญculo 22 de la Constituciรณn Polรญtica colombiana reza: “La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento”. En segundo, porque la sentencia de la Corte Constitucional colombiana que se pronunciรณ el pasado mes de Julio sobre la ley de convocatoria del plebiscito estableciรณ que el resultado de este no tenรญa ningรบn efecto jurรญdico respecto al Acuerdo de Paz, si bien implicaba una obligaciรณn polรญtica para el Presidente de Colombia, quien decidiรณ unilateralmente convocarlo sin tener obligaciรณn de hacerlo.

Y, en tercer lugar, porque el Acuerdo Final ya tiene fuerza jurรญdica propia conforme al derecho internacional, toda vez que fue suscrito como Acuerdo Especial โ€“figura jurรญdica de obligatorio cumplimiento prevista en las Convenciones de Ginebra de 1949โ€“ y depositado por las partes ante el organismo depositario de las Convenciones de Ginebra, dรกndole asรญ legitimidad a sus contenidos.

Las FARC EP, si bien el pasado mes de junio aceptaron la realizaciรณn del plebiscito, tres aรฑos de discrepancia argumentada, se han venido oponiendo a la celebraciรณn de este por varios motivos: porque la Constituciรณn colombiana configura el derecho a la paz como un derecho fundamental, y por tanto como un derecho “contra mayoritario”, es decir, un derecho intrรญnseco a la dignidad humana que no puede ser sometido a consulta, y que de someterse su resultado no tendrรญa efecto jurรญdico alguno.

Se trata de un derecho indisponible consustancial a la dignidad de la persona, al igual que el derecho a la vida o a la libertad de cualquier ser humano, derechos fundamentales cuyos contenidos y configuraciรณn no dependen de la opiniรณn de terceros, salvo que se opte por conculcar la Declaraciรณn Universal de Derechos Humanos o el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Polรญticos, ademรกs de la propia Constituciรณn colombiana.

Mรกs allรก de la tristeza que embarga a cualquier persona al contemplar como un paรญs desaprovecha la oportunidad de acabar con un conflicto que se iniciรณ al menos 30 aรฑos antes de que existieran las FARC EP โ€“Ley de Tierras 200 de 1936โ€“, sin duda el resultado del plebiscito tiene un efecto polรญtico muy grave, y por tanto Colombia tiene un problema polรญtico que debe resolver de forma urgente, por medios exclusivamente polรญticos, no jurรญdicos.

Los argumentos de la campaรฑa del No

Existe un importante sector de la poblaciรณn que ha entendido errรณneamente que el efecto del Acuerdo de Paz seria pernicioso para el paรญs, porque (de atender a los argumentos esenciales de la campaรฑa del No) provocarรญa la instauraciรณn de un rรฉgimen polรญtico “castro chavista” donde se cercenarรญan las libertades individuales; porque provocarรญa una subida de impuestos; porque instaurarรญa una sociedad gobernada por interรฉs de “gรฉnero”, que se asocian a comportamientos “feministas” y “homosexuales”; y porque supondrรญa la impunidad no de los crรญmenes cometidos durante el conflicto, sino de los delitos e infracciones al Derecho Internacional Humanitario que hubiera causado la guerrilla de las FARC EP.

Tales argumentos, ademรกs de abusivamente burdos y simplistas, carecen de sustento alguno a la vista de las 297 pรกginas del Acuerdo Final, paciente y cuidadosamente elaboradas durante cuatro aรฑos de trabajo, observando los derechos de todas las vรญctimas del conflicto y recogiendo sus inquietudes y opiniones. Lejos de instaurar un rรฉgimen “castro chavista”, el Acuerdo Final fortalece el derecho a la propiedad privada de los pequeรฑos y medianos campesinos, al blindarlos contra las prรกcticas de despojo โ€“mรกs de 7 millones de hectรกreas usurpadas violentamenteโ€“ que han padecido histรณricamente por cuenta de grandes propietarios y sus ejรฉrcitos privados -paramilitares-, quienes รบnicamente defienden el derecho a la propiedad privada si la tierra es para ellos.

En Colombia, el 53% de la tierra aprovechable estรก en manos de 2.300 personas. Nada molesta mรกs a esos grandes propietarios que oรญr hablar de los 10 millones de hectรกreas que segรบn el Acuerdo de Paz van a ser entregadas y titularizadas a campesinos pobres sin tierra. Y ello porque el Acuerdo de Paz contempla como poco probable que sean devueltas a sus propietarios originales una parte significativa de los 7 millones de hectรกreas despojadas durante el conflicto.

El Acuerdo de Paz supone tambiรฉn la eliminaciรณn de un gasto diario en conceptos de guerra de entre 7 y 8 millones de dรณlares, cantidad que podrรก redirigir el Estado a inversiones sociales, infraestructuras, salud o educaciรณn si asรญ lo consideran las instituciones, sin necesidad de subir impuestos.

Que haya sido el primer acuerdo de paz alcanzado en el mundo en el que ha existido e intervenido una “comisiรณn de gรฉnero” โ€“ha revisado todos los acuerdos desde la perspectiva de los derechos de mujeres y personas de diversa orientaciรณn sexualโ€“ ha sustentado el sorprendente argumento, surgido en las iglesias evangรฉlicas mรกs conservadoras y no desmentido por la iglesia catรณlica, de que el acuerdo de paz generalizarรญa las relaciones afectivas homosexuales en el paรญs, asรญ como posibilitarรญa una especie de “dictadura social feminista”.

El mรกs descabellado e interesado de los argumentos del No a la paz, es el de la supuesta impunidad que provocan los acuerdos, a pesar de haberse construido un modelo de Justicia que ha sido saludado por instituciones internacionales y organizaciones de vรญctimas de forma prรกcticamente unรกnime. Solamente Uribe, el muy conservador exprocurador Ordoรฑez y la ONG estadounidense Human Rights Watch, han mantenido una posiciรณn beligerante contra el acuerdo de Jurisdicciรณn Especial para la Paz (JEP), acuerdo que pretende procesar penalmente cientos de miles de conductas criminales que han provocado vรญctimas y estรกn en la absoluta impunidad.

Por el contrario, es la primera vez que en un proceso de paz, ya fuere en Colombia o en cualquier otro paรญs del mundo, y sin intervenciรณn de la comunidad internacional, las partes en una mesa de conversaciones han acordado un sistema integral de justicia y ofrecimiento de verdad โ€“otra palabra no del gusto de los poderososโ€“ ante el cual todos los intervinientes en el conflicto, combatientes y tambiรฉn no combatientes โ€“integrantes de colectivos polรญticos, de grupos econรณmicos, agentes de gobiernos extranjeros, y otrosโ€“ deberรกn comparecer para dar cuenta de sus responsabilidades, si las tuvieran.

Integrantes de colectivos polรญticos y econรณmicos que nunca han vestido un uniforme ni pisado el barro en una trinchera, pero que han intervenido y/o utilizado la guerra en su provecho polรญtico o econรณmico, desde cรณmodos despachos en Bogotรก, disfrutando estructuralmente de impunidad, son ahora los que claman contra una supuesta “impunidad guerrillera” que permitirรญa la JEP. La Fiscalรญa General de Colombia tiene preparadas mรกs de 55.000 acusaciones contra las FARC, โ€“responsables, junto a otras guerrillas, de no mรกs del 15% de la victimizaciรณn causada en el conflicto, segรบn datos de la Unidad de Victimas del Gobiernoโ€“, ademรกs de las miles de condenas ya impuestas a guerrilleros. Sin embargo, apenas son 3.000 las acusaciones preparadas por la Fiscalรญa contra agentes del Estado โ€“responsables de un 25% de las victimizacionesโ€“ y ninguna, contra organizadores, financiadores o instigadores de grupos paramilitares, responsables de mรกs del 50% de la victimizaciรณn habida durante el conflicto.

Mรกs de 2.000 “compulsas de copias” (acusaciones derivadas desde un juzgado no competente para investigar) contra financiadores y organizadores de grupos paramilitares, recorren distintas instancias judiciales colombianas desde la aprobaciรณn por el entonces presidente Uribe de la Ley de Justicia y Paz en 2005, sin que ninguna instituciรณn las procese. Los argumentos del No sobre la supuesta impunidad que provocarรญa el denominado “Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparaciรณn y garantรญas de No repeticiรณn” acordado en La Habana, no se refieren en ningรบn momento al tratamiento penal diferenciado que para los agentes del Estado se contempla en dicho Sistema, tratamiento que previsiblemente serรก utilizado como moneda de cambio en una hipotรฉtica renegociaciรณn, en aras de mantener los habituales nichos de impunidad civiles.

Mirada al futuro
Respecto al peso polรญtico del resultado del plebiscito, la diferencia de 56.000 votos entre el Sรญ y el No, es mรญnima en un universo de mรกs de 12,5 millones de votantes y 32 millones de electores. No han podido votar muchos colombianos, por falta de previa apertura de censos electorales en un paรญs donde buena parte de la poblaciรณn campesina carece de documentaciรณn, habiendo ademรกs mรกs de 4 millones de colombianos en el exterior โ€“muchos de ellos exiliados polรญticosโ€“, la inmensa mayorรญa sin censar. Por si ello fuera poco, el paso del huracรกn Mathew por la regiรณn caribe colombiana el dรญa de la votaciรณn, provocรณ una altรญsima abstenciรณn en una regiรณn donde masivamente las encuestas daban ganador al Sรญ y donde efectivamente este venciรณ, a pesar de los cientos de miles de personas que se vieron imposibilitados de ir a votar.

Tras el inesperado resultado, todos los sectores implicados se han pronunciado por continuar el proceso de paz: el Gobierno, las FARC y los defensores del No, si bien estos รบltimos pueden pretender convertirse en orรกculos que pretendan interpretar quรฉ es lo que debe ser modificado del Acuerdo de Paz para que este supuestamente se corresponda con la voluntad expresada por los votantes del No.

Y ya verรกn los lectores como el orรกculo uribista interpretarรก que son los acuerdos sobre Jurisdicciรณn Especial para la Paz , desmantelamiento del paramilitarismo y Reforma Rural Integral, los que deben ser modificados, o mejor aun “desmantelados”. No para que los guerrilleros no puedan disfrutar de una impunidad inexistente en la justicia ordinaria colombiana o en el Sistema Integral definido en los acuerdos โ€“ la Fiscalรญa de la Corte Penal Internacional afirmรณ en su informe sobre Colombia de noviembre de 2015, que las guerrillas en Colombia son el รบnico actor del conflicto que no ha disfrutado de impunidad, debido a la implacable y constante persecuciรณn del Estado en su contra y de sus supuestos colaboradoresโ€“ sino para excluir de la competencia de la JEP a polรญticos, empresarios, o en general a civiles organizadores, financiadores o instigadores de los muchos grupos armados paramilitares que han existido o existen en Colombia. Su objetivo no es otro que continuar, por los siglos de los siglos, disfrutando de la impunidad a la que estรกn acostumbrados y que tan pingues benรฉficos les ha producido.

El lunes 3 de octubre, tal y como habรญan solicitado los defensores del No, el Presidente Santos convocรณ a todas las fuerzas polรญticas a una reuniรณn para abordar la situaciรณn creada. La totalidad de los partidos polรญticos, salvo el Centro Democrรกtico de Uribe, han venido apoyando el proceso de paz. El รบnico partido polรญtico que no ha acudido a esa reuniรณn es el Centro Democrรกtico. Ausencia que no puede deberse mรกs que a la falta de voluntad de alcanzar un acuerdo polรญtico para salvar el proceso de paz, o a que ni ellos saben en este momento como gestionar el No a la paz que tan irresponsablemente han provocado.

Las propuestas presentadas por el ahora senador Uribe en el Senado, el dรญa siguiente al plebiscito, para supuestamente salvar el proceso de paz (cese al fuego, otorgar amnistรญas inmediatas, y proteger la vida de los jefes de las FARC) estaban ya incluidas en el Acuerdo de Paz y en el caso del cese al fuego, en vigor desde el pasado 29 de agosto, habiรฉndose ya iniciado el proceso de Dejaciรณn de Armas por las FARC el pasado dรญa 30 de septiembre.

En la amplia convocatoria al dialogo polรญtico efectuada por el Gobierno deberรญa incluirse, por justicia y coherencia, a las organizaciones de vรญctimas, legรญtimas representantes de quienes padecen o han padecido directamente la guerra, y que quizรกs por ello han apoyado masivamente el Sรญ a la paz. Sin su presencia, se excluirรญa del dialogo nacional a aquellos en cuyo nombre todos los partidos polรญticos dicen hablar, sin que ninguno de ellos haya recibido nunca expresamente dicha representaciรณn. La presencia de las vรญctimas en el dialogo es imprescindible, porque no parece probable que el mismo “establecimiento” colombiano que en casi cien aรฑos no ha sido capaz de acabar ni con la violencia polรญtica ni con la guerra, pueda ahora alcanzar un acuerdo polรญtico para salvar una paz que estaba ya acordada con las FARC hasta que sus cuitas polรญticas โ€“Uribe, Santos y la ambiciรณnโ€“ la hicieron saltar por los aires.

“Nos vemos dentro de 10.000 muertos”, dijo un indignado y agotado negociador guerrillero a un negociador del Gobierno tras fracasar el segundo de los cuatro procesos de paz habidos entre el Estado y las FARC. Esta vez, entre todos y todas vamos a preservar y proteger la paz, para que no haya que volver a verse dentro de ningรบn muerto mรกs. Y esta tarea sin duda es una obligaciรณn de la Comunidad Internacional.

04/10/2016 – 09:32h