Las maravillosas liberaciones hablan de la guerra y la paz

Por Indepaz

Las liberaciones de la semana anterior confirman que todos los esfuerzos que se hagan por el regreso de los secuestrados valen la pena y no se pueden descalificar por prejuicios o gustos políticos.

 

 

 

 
Un sector de los colombianos quisiera que todas las liberaciones se dieran luego de un rescate militar. No quieren “deberle” nada a las FARC y sienten molestia con las personas que intervienen o median en el proceso. Numerosas son las expresiones de profunda rabia hacia Piedad Córdoba. El rescate militar a su vez refuerza la postura general del Gobierno hacia el conflicto y los medios para conseguir la libertad de los secuestrados y la paz. Otra parte del país quisiera que todas las liberaciones se dieran a través de caminos de diálogo y negociación, y que un acuerdo humanitario fuera una realidad.

El rescate militar tiene sólo un reparo de gran significado, y es el riesgo para la vida de los secuestrados. Lo que sucede es que si se logra con éxito la liberación por la acción de la fuerza pública, ese riesgo queda conjurado y el regreso del secuestrado borra toda critica a este procedimiento. Si hay errores o respuestas mortales de los captores esta vía cae en el desprestigio.
 
Las liberaciones de la semana anterior confirman que todos los esfuerzos que se hagan por el regreso de los secuestrados valen la pena y no se pueden descalificar por prejuicios o gustos políticos. Introducir un exceso de complejidad al análisis de estos eventos trae oscuridad ante el objetivo supremo: la libertad concreta de una o varias personas.

Las acciones cotidianas de violencia de la guerrilla niegan su ideario político de traer justicia y bienestar a esta sociedad. Los relatos de los liberados sobre su cautiverio muestran una perversión de sus captores que ofende la dignidad humana. Es patológico hablar de querer cambios que produzcan una sociedad mejor y mas digna si se actúa con tanta indignidad, así sea en la guerra. Hay una disociación evidente entre el discurso y la acción. Aunque hay que decir que no sólo la guerrilla sufre esta patología, también buena parte de los políticos del país, y en últimas, nosotros como ciudadanos tenemos prácticas que desdicen de nuestras predicas.

A pesar de lo anterior hay razones morales y prácticas, en últimas razones de vida, para buscar una salida política y negociada al conflicto armado interno. Indagando profundo, y sin soslayar la responsabilidad que cabe a los jefes guerrilleros en la producción de esta violencia degradada, la guerra que vivimos es una materialización no deseada de la forma como opera esta sociedad. Por eso el camino hacia la paz es tan difícil y exige responsabilidades mayores que la exclusiva respuesta militar. Exige cambios. En el terreno práctico, por dispendiosa que sea su realización, la paz a través del diálogo y los acuerdos, siempre es más económica en vidas y recursos que eternizar la confrontación armada. Sólo por citar un caso basta mirar a Irlanda del Norte.

Por todas partes soplan nuevos vientos, todos refrescantes. Una nueva mirada a los principales problemas mundiales por parte de Obama ya comienza a concretarse en hechos, como dar su primera entrevista internacional justamente a un medio de comunicación del mundo árabe y su proyecto de carta al presidente de Irán. No podemos desatender esta tendencia y tenemos la obligación de explorarla. En lo doméstico están estas liberaciones y la reciente entrevista de Alfonso Cano a la revista española Cambio 16. Estos hechos hay que leerlos sin ingenuidades porque el pasado ha enseñado bastante, pero sin prevenciones. Aferrarse a leer el presente con los ojos del pasado impide encontrar las soluciones a los problemas actuales. Es una especie de paradoja con la que hay que lidiar, y sólo cada momento nos va indicando cómo proceder. Se abre un poco, tal vez un poquito, una puerta que estaba herméticamente cerrada hacia el diálogo y la negociación. Es una obligación nacional ir abriéndola despacio y ver si hay posibilidades para un nuevo intento de terminar la guerra con las FARC, y también con el ELN.
 
9 de Febrero de 2009

ricardocorrearobledo@gmail.com