«El ingreso de los paramilitares al Catatumbo fue bestial»

Por Leonardo González Perafán
OLYMPUS DIGITAL CAMERA
OLYMPUS DIGITAL CAMERA

Entre 1980 y 2013 ocurrieron más de 66 masacres y alrededor de 120.000 personas fueron desplazadas.

Entrevista a Yamile Salinas de Indepaz

Tomado de el espectador.

Por Jaime Flórez Suárez

Por estos días, el Catatumbo está en el ojo de la opinión pública por la muerte de Víctor Navarro, alias «Megateo», quien ejercía el control en esa región de Norte de Santander, uno de los territorios más golpeados por la violencia en el Colombia. Entre 1980 y 2013 ocurrieron más de 66 masacres y alrededor de 120.000 personas fueron desplazadas.

El pasado 3 de octubre, el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) presentó, en el corazón de Norte de Santander, el informe “Con licencia para desplazar: masacres y reconfiguración territorial en Tibú, Catatumbo”, que reconstruye el relato de los periodos de violencia en el Catumbo y las estrategias de sobrevivencia del pueblo que lo habita. El Espectador entrevistó, durante el lanzamiento, a Yamile Salinas Abdala, coordinadora de la investigación.

¿Por qué todos los actores armados –Farc, Eln, Epl y paramilitares– se han disputado el Catatumbo?

Porque es una región geoestratégicamente muy bien localizada. Tiene acceso tanto a la frontera con Venezuela como al mar Carie y al centro del país. Además tiene riquezas incuantificables, maderas, petróleo y otros recursos mineros; sus climas, la fertilidad de sus tierras. Todo eso hace que sea un territorio apetecible tanto para actores legales e ilegales.

¿Cuál ha sido la cronología del dominio de actores armados en el Catatumbo?

En el informe nos centramos en cuatro grandes periodos. El primero de 1980 al 1988, cuando empieza todo el tema petrolero y cuando se hace el oleoducto Caño Limón – Coveñas, que coincide y tiene que ver con la entrada del Eln y su posicionamiento en torno al discurso de la soberanía en la explotación de los recursos naturales. Después ya empieza a hacer presencia el Epl, muy vinculado al sindicalismo generado en materia de petrolearas, y luego ya llegan las Farc con la coca.
Luego tenemos el periodo de 1989 a 1996, donde se da un auge de estos grupos, ya no solamente con el discurso por la defensa de los derechos de los campesinos y sindicalistas, sino que empiezan a ejercer una fuerza contra la población civil. Pero adicionalmente comienzan las incursiones de grupos paramilitares del sur del Cesar. Ya estaban allí “Juancho Prada” y los terratenientes de la palma de Santander y el Cesar. Luego viene la parte más compleja, la más trágica, que en esta zona fue bestial, que es la que corresponde al ingreso de los paramilitares, de 1997 hasta que se desmovilizan, con una fuerte violencia sobre el territorio. Con desplazamientos y masacres y demás. Finalmente viene la consolidación de todo un cambio de orden social, económico y político, donde aparecen otras modalidades de violencia como los falsos positivos y el reclutamiento forzado.

¿Con qué hechos se materializa esa crudeza del periodo paramilitar?

Las masacres se convirtieron en el modus operandi principal de los grupos paramilitares de la Casa Castaño. Ya ellos habían “innovado” con masacres en el Urabá pero había sido una modalidad más sicarial. Pero a partir de la masacre de El Aro (Antioquia) se generan los ejércitos paramilitares. Para mí ese es el momento en que se genera una estrategia militar de muchos combatientes entrenados única y exclusivamente para matar. Ya no son sicarios, son ejércitos. Después de El Aro deciden embestir definitivamente contra todo el país.

Mi tesis es que ellos van por el botín de Pablo Escobar, lo que había quedado. Y la primera toma es la de Mapiripán, allí marcan cómo operan esos ejércitos. Ingresan con lista en mano, habiendo hecho una labor de inteligencia con militares y demás. Lo hacen en contubernio con la Fuerza Pública, atraviesan medio país, nadie los ve. Y eso es lo que pasa en esta región, el mismo modelo se replica por todo el país. Entran con el modus operandi de las masacres que genera terror. Es pavoroso porque todo se sabía y “nadie los vio”.

Las fuerzas estatales miraron para otro lado…

Cuando tú ves que la institucionalidad está a su servicio, eso genera más terror. Y después ya vienen todas las prácticas lamentables de las casas de torturas, la sofisticación del crimen para esconder y matar, porque al principio solo se masacraba y no importaba el número y a nadie le importaba tampoco. Luego las masacres se vuelen una cosa fea. La orden es ya no hacer ruido, entonces venían las casas de tortura, donde te matan a piedra, te cortan para no dispararte, para que nadie supiera y no se viera la connivencia con el Ejército. Y luego todo el tema de la violencia sexual, que aquí fue pavorosa, sobre todo en La Gabarra. Esas prácticas de violencia sexual las había ejercido anteriormente el EPL. Lo que pasa es que los “paras” las masificaron. Pero aquí el EPL ya les cortaba el pelo (a las mujeres) cuando se metían con un militar, les cortaban los senos, las desnudaban.

¿Cómo operó el desplazamiento, el despojo y la apropiación de tierras en la región?

Las masacres produjeron desplazamientos individuales y masivos, lo que significó que la gente abandonara su tierra. El fenómeno intensivo de compras se da en el 2007 y 2008, cuando ya aparecen personas de fuera de la región que vienen a comprar grandes parcelas utilizando, lo que dice la Unidad de Restitución, un modus operandi. Eran unos comisionistas que identificaban dónde estaban las víctimas, en Venezuela o Colombia, y les ofrecían plata. Si se negaban, los amenazaban. Aparecieron empresas comprando parcelas, luego las englobaron y años después arreglaron los papeles.

¿Qué consecuencias trae la expansión del cultivo de palma en el Catatumbo?

Genera un fenómeno de cambio de costumbres. Aquí había una economía campesina, de subsistencia, ahora les toca comprar todo afuera porque ya no se produce más sino palma. Y eso sumado al aumento de concesiones a petroleras y mineras hace que sea inviable el retorno. Tú no puede volver a donde hay palma o donde se supone que van a hacer el segundo yacimiento a cielo abierto más grande, después de Cerrejón. Aún no lo han hecho porque esto es reserva forestal, pero cuando levanten la sustracción van a hacerlo en el río de Oro, que es donde está el potencial de la veta de carbón.

¿Y el pueblo del Catatumbo?

En Colombia la gente es muy luchadora pero este pueblo sí que es guerrero. Se ha caracterizado por muchas movilizaciones y es una de las zonas donde más acuerdos ha firmado el Gobierno. En el paro del 2013 lo único que pedían era que se cumpliera lo que habían pactado a finales de los 90. Y siguen pidiendo lo mismo.

jflorez@elespectador.com