Camilo Torres, su historia revolucionaria

Por Invitado

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Por: Roberto Romero, Centro de Memoria Paz y Reconciliación

No habían pasado cuatro años del Frente Nacional y para 1962 irrumpía con fuerza la protesta ciudadana contra el estado de cosas: movimientos políticos de oposición y fuerzas sociales, en especial los sindicatos, habían tomado confianza en sus fuerzas.

Fue el año en que el padre Camilo Torres, profesor de la facultad de sociología que fundó con Orlando Fals Borda, el cardenal Concha le ordena dejar todas sus actividades en el claustro, incluida la capellanía. El fervor que había empezado a sumar entre los estudiantes por sus posiciones progresistas llenaba de pánico a la jerarquía eclesiástica.

El Movimiento Revolucionario Liberal, encabezado por Alfonso López Michelsen, con una plataforma antialternación presidencial como lo ordenaba al acuerdo del Frente Nacional y propulsor de la renovación política, obtenía en las elecciones presidenciales de ese año cerca de 700 mil votos, el 23% de los electores y una abstención del 52%.

Cinco meses después de la victoria de León Valencia, tenían lugar grandes manifestaciones y hasta paros de trabajadores contra la carestía de la vida, como la jornada histórica del 18 de enero de 1963 http://centromemoria.gov.co/memoria/injusticia/ que en Bogotá escenificó una masiva acción en la Plaza de Bolívar con un saldo de varios muertos.

La espiral de la protesta social en lugar de amainar, seguía un curso confrontacional con el régimen excluyente del bipartidismo con huelgas sindicales y la irrupción de la Anapo.

Para 1964, en el segundo periodo del Frente Nacional, surgen las guerrillas de las Farc tras la Operación Marquetalia el 28 de marzo y que venía preparando meticulosamente por meses León Valencia con el argumento de la presencia de “Repúblicas independientes”, como calificó las zonas campesinas de autodefensa el político conservador Álvaro Gómez Hurtado.

No deja de llamar la atención, cuando se sabía que era casi inevitable el asalto militar a Marquetalia, que Camilo Torres impulsara una comisión de estudios de carácter socioeconómico, tratando de impedir las maniobras militares y buscar una salida pacífica. La comisión no fue autorizada a visitar aquella región del Tolima, con los resultados históricos que todo el país conoce.

El ELN nacería tres meses después y tiene su primera acción armada el 7 de enero de 1965 con la toma de Simacota, Santander. En semejante panorama, el padre Camilo tercia en favor del movimiento social y el 17 de marzo de 1965 sale a luz pública la “Plataforma para un Movimiento de Unidad Popular” que poco después de convertiría en el programa del Frente Unido.

Punto crucial de su compromiso político fue renunciar al destierro al que fue conminado por la jerarquía católica al que estuvo a punto de aceptar con un mensaje de que “en seis meses vuelvo”. No fue así y a cambio aceptó el homenaje que le rendía la Federación Universitaria Nacional que agrupaba a todo el movimiento universitario el 22 de mayo de 1965 en la Universidad Nacional y en tributo a Jorge Enrique Useche, el alumno de la universidad Tadeo Lozano, asesinado por el ejército el día anterior cuando participaba en una marcha por la autonomía universitaria.

“Cuando ha caído, víctima de la violencia, uno de nuestros compañeros, no podemos detenernos en las personas sino que debemos pensar en la necesidad, para Colombia, de la realización de una auténtica revolución”, proclamó en un sentido discurso aquella tarde en el campus universitario de la Nacional.

Entonces comienza un proceso de movilización nacional a través del nuevo movimiento al que se adhieren sectores de izquierda como el partido comunista, Vanguardia del MRL, el Partido Demócrata Cristiano, y agrupaciones obreras y sindicales.
Las giras del padre Camilo son marcadas por el éxito.

Llena plazas en todos los sitios a los que acude, las principales capitales del país y municipios intermedios. Aparece entonces el semanario Frente Unido que llega a vender 100.00 ejemplares por edición. Reverdece la esperanza popular por los cambios.

El MRL y la Anapo no participan del Frente Unido pues Camilo auspicia la abstención electoral creyendo, con cierta ingenuidad política, que las masas que no acudían a las urnas eran revolucionarias y había que organizarlas.

Como dirigente de la Federación de Estudiantes de Secundaria del Atlántico FESA, tuve la oportunidad de participar en la organización del acto masivo que tuvo lugar en agosto de 1965 en el colegio de bachillerato de la Universidad Libre de Barranquilla y en las calles aledañas y que reunió a más de 10.000 personas.

Nunca olvidaré tampoco, la reunión que mantuvo por una hora el padre Camilo con el comité regional del partido comunista del Atlántico, una veintena de dirigentes y a la que fui invitado como secretario de organización de la Juco de aquellos días. El jefe del Frente Unido en aquel encuentro cálido, después de hacer un balance del movimiento, agradeció el concurso de los camaradas y repitió que él jamás haría anticomunismo.

Me lo presentaron como su colaborador para el sonido en la gira que emprendía por Ciénaga y Santa Marta pues en eso sitios no se contaba con equipos de amplificación por lo que me hice cargo del traslado desde Barranquilla de todos los aparatos. Para mí, un mozalbete de 18 años, era un honor estar a su lado en la tribuna. En la gira por la Costa Atlántica, siempre lo acompañó el dirigente comunista de Bogotá, Álvaro Marroquín.

En octubre de 1965, Camilo cerraría su campaña de concentraciones masivas que llenaban de entusiasmo al pueblo, con una masiva manifestación en la Plaza de Bolívar de Bogotá que terminó siendo salvajemente reprimida por la policía.

El clima de hostilidad a su movimiento, las divergencias internas en el Frente Unido, las dificultades para seguir sosteniendo el semanario, pero sobre todo su firme convicción de que en Colombia estaban cerrados los caminos legales, lo impulsaron a decidirse por la lucha armada.

Fatal equivocación cuando apenas comenzaba a gestarse un formidable movimiento de masas que dejó huérfano al incorporarse a las filas del ELN. Fueron menos de seis meses de gigantescas movilizaciones populares que merecían la presencia permanente del nuevo líder en el que todos creían y sentían suyo.

Con razón, como me lo confesó un dos años antes de su muerte Gilberto Vieira, ex secretario general del Partido Comunista para una investigación sobre su vida, Camilo se acercó a la organización para auscultarla sobre alguna posibilidad de que se incorporara a las nacientes guerrillas de las Farc, el jefe comunista no tuvo otra opción que desalentarlo de un camino semejante recordándole que estaba probado su papel como líder y su popularidad en continuo ascenso.