ALENTAR LAS ILUSIONES EN OBAMA

Por Indepaz

Inmensas ilusiones y sentimientos de esperanza ha generado la elección y posesión de Obama como presidente de los EE.UU. entre amplios sectores la población norteamericana y del mundo, especialmente de los afrodescendientes.  Era tan grande el desprestigio del gobierno de Bush y todo lo que representaba ese gobierno, que mucha gente siente «una bocanada de aire fresco» como la bautizó un amigo.

El fenómeno Obama es el resultado, principalmente, de las presiones del pueblo norteamericano. Con él ganó la gente que está contra la guerra en Irak, quienes quieren cambios en la política migratoria, los que están preocupados por el calentamiento global, los que han perdido su vivienda por la avaricia de los potentados de Wall Street, la juventud que quiere cambios. Que la estructura del Estado y la sociedad norteamericana impiden la realización de esos anhelos, es una cosa diferente.   

¿Cuál debe ser la actitud de los demócratas del mundo? ¿No es bueno que los negros del mundo entero hoy se sientan más dignos que ayer? ¿Cómo consiguieron los derechos civiles y políticos los negros norteamericanos? ¿Acaso se los regalaron? ¿No es importante que el presidente del imperio hable de igualdad, libertad, democracia, solidaridad, paz, de la necesidad subordinar la seguridad a unos principios e ideales, etc.? ¿Cuál es la actitud más sana, más política, progresista, frente a esta situación?

En la medida en que la igualdad racial sea conquistada (así sea formal, en la ley), más rápidamente los negros van a poder entender que el problema está en la desigualdad real. Más fácil van comprender que así haya negros ricos, poderosos, presidentes y hasta reyes (que los hay hace rato en África y el Caribe), la gran mayoría de los negros, blancos, amarillos, cobrizos y mestizos, estamos sometidos a todo tipo de discriminación y exclusión debido a la existencia de un poder monopólico que beneficia a unos pocos.

Por ello hay que estar al lado de los que festejan, apoyarlos en sus ideales, que se sientan – con presidentes o sin ellos –  sujetos de derecho y se organicen para luchar por una vida digna. Pero además, hay que estar a su lado para llamarlos a no cruzarse de brazos, que no se sienten a esperar que Obama les resuelva el problema: él mismo ha dicho que es un problema de todos. Hay que hacerle caso. Hay que convertir ese sentimiento de orgullo en acción práctica de organización y lucha.

Los imperios no se van a caer solos. Hay que tumbarlos desde adentro y de afuera. Hoy la democracia, así sea formal, que se “fortalece” en los EE.UU., tiene un doble carácter: es a la vez, logro de la lucha de los pueblos, tanto de los mismos norteamericanos como de los del mundo entero; pero también es una herramienta de los grandes grupos corporativos del capitalismo, que intentan con esa democracia formal, representativa, canalizar el inconformismo, calmarlo, apaciguarlo, conducirlo.

Hay que exigirle a Obama más y mejor democracia. Hay que empujarlo hasta el límite. La crisis del imperio es tan grande que por algo los grandes capitalistas han tenido que recurrir a un negro con nombre árabe y apellido keniano para que les haga la tarea. Ello es bien diciente.     

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Diversas reacciones se han oído frente al “fenómeno Obama”.  Desde que fue electo hemos escuchado – sobre todo entre sectores de izquierda y fundamentalistas musulmanes – que “es un negro blanqueado”, “otro servidor de judíos y grandes capitalistas”, “nueva herramienta del imperio”. Se llama a no hacerse ilusiones, es “lo mismo con las mismas”, “es un negro traidor”, “no va a pasar nada”.  

Esa es la respuesta clásica de la “izquierda estrategista”. Se recurre a una fórmula pre-elaborada que nos sirve para evitar el riesgo. Nos obvia hacer el esfuerzo de entrar en los detalles de la vida. Con esa «fórmula principista» calmamos conciencia, y por lo general, no hacemos nada. Sólo repetirla. Esa respuesta condicionada es un síntoma de una grave enfermedad que padecemos. La llamo «estrategismo».

Este mal – que lo veo muy acentuado en algunos sectores de la izquierda colombiana – nos limita el pensamiento y nos impide elaborar una verdadera táctica política. Partimos del presupuesto de que tenemos identificado «el modelo». Antes lo llamábamos «el sistema». Hoy hay nuevos elementos de ese modelo: la dominación ideológica, el poder de los medios, el control social mediático, etc. Algunos ven la mano invisible del gran capital, otros achacan ese poder a una gran logia masónica que maneja los hilos del poder mundial, el «gran hermano que vigila». Otros le llamamos la lógica del capital. Las conclusiones son tan apabullantes que no estamos muy lejos de profesar una nueva especie de fe.

Esas elaboraciones “teóricas” nos llevan a asumir posiciones apocalípticas. Un compañero campesino que participaba en una charla sobre las consecuencias que traería el TLC, me decía: «no, pues aquí lo que hay es que salir corriendo». Sólo vemos un aspecto del problema: el negativo.

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Hoy tenemos un problema grande en Colombia como resultado de esa enfermedad. El TLC, congelado por el congreso de los EE.UU., hoy es un verdadero embrollo para la izquierda. Para un buen sector de nuestra izquierda el TLC es como una especie de «lobo feroz». Somos el pastorcito anunciándolo desde hace varios años. Es un «monstruo apocalíptico».

Sucede que ahora, los mismos gringos quieren renegociar los TLCs. Ya empezaron planteándoselo a los mexicanos. Y en la medida en que se profundice la crisis, los trabajadores y sectores políticos norteamericanos van a presionar a Obama para que no firme nuevos tratados. Está en juego el problema de empleo (de ellos). Y en medio está el TLC con Colombia, Corea del Sur y Panamá.  

¿No es paradójico lo que ha sucedido? El común de la gente, la misma a la que le hemos dicho que los gringos son nuestro enemigo, no entienden que hoy sean ellos los que objeten el TLC. Al sentirnos rechazados, este tema, poco a poco, se va a convertir en un problema  de orgullo nacional.

El gobierno de Ecuador acaba de plantear que estaría dispuesto a revisar la viabilidad de un acuerdo de comercio si los EE.UU. tienen la disposición a negociar un pacto que en verdad les sirva a ambas naciones. Esa SI es una actitud política. ¡Debemos aprender!

Hemos confundido algunas cosas: la internacionalización y socialización de la economía la identificamos con la «globalización neoliberal». Marx veía en la interconexión global un signo positivo. Y es muy positivo que los pueblos nos interconectemos, que cada vez nos sintamos ciudadanos del mundo, y que hoy Obama sea visto como el «primer presidente del mundo». Las barreras nacionales sólo son buenas para arrinconar al imperio, no para arrinconarnos nosotros mismos.

Por ello la fórmula «NO AL TLC» hubiera podido presentarse en su momento de otra forma: «Sí al Tratado pero que sea realmente concertado”.  “Sí al Acuerdo pero que beneficie a ambos pueblos». «Sí al Acuerdo pero que sea en igualdad de condiciones». Es un problema de enfoque, es la actitud, es creer que sí podemos defender nuestro interés. Es involucrar a la mayoría de los colombianos en la tarea de unirnos para defender nuestra soberanía sin renunciar a la integración con el mundo.

¿Acaso no podemos los demócratas colombianos emular al gobierno ecuatoriano y plantear la renegociación de ese acuerdo con ocasión de la posesión de Obama?

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Por ello es bueno que haya llegado Obama. No jugamos a su fracaso. Sabemos que él sólo, no va a solucionar ningún problema importante. La organización de la sociedad debe continuar, los negros, los migrantes, los trabajadores, los pueblos oprimidos, debemos seguir organizándonos. La presión debe ser cada vez más fuerte. La crisis del imperio y de todas las relaciones económicas y políticas que son su sustento, debe ser profundizada. Ello depende de nosotros y de nuestra actitud.  

Las limitaciones de Obama, nos van a facilitar el trabajo. Cuando se frustren las esperanzas y las ilusiones queden en entredicho, el común de los ciudadanos, negros o no, van a hacerse preguntas más profundas. Y, allí estaremos, a su lado, para aprender y avanzar con ellos.