El mensaje que necesita Colombia no es que el tiempo para la paz se estรก agotando o que el 18 de noviembre puede llegar la hecatombe. Tampoco es propio seguir repitiendo que elecciones y conversaciones de paz son incompatibles. Todas esas frases son en realidad una trampa mental, aceptada incluso por personas bien intencionadas, sin sustento en la experiencia nacional o internacional. La verdad es que el acuerdo final en La Habana aรบn no se ha concretado porque, dada la correlaciรณn de fuerzas, es mucho lo que piden las FARC en transformaciones estructurales y muy poco lo que ofrecen el gobierno y los que detentan el poder polรญtico y econรณmico. Ademรกs hay dificultades para encontrar fรณrmulas aceptables para las partes en temas cruciales de reformas para la democratizaciรณn del rรฉgimen polรญtico, seguridad, justicia transicional y no extradiciรณn.

Ponerle fecha de terminaciรณn a un proceso de estos es un contrasentido. Con razรณn en el Acuerdo anunciado en Oslo hace diez meses, se incluyeron temas y objetivos pero no un cronograma, por lo demรกs imposible de predeterminar. Y tambiรฉn con argumentos se ha dicho que un conflicto violento de mรกs de cincuenta aรฑos necesita al final mรกs de 24 meses de conversaciones para ser terminado mediante un pacto. Como referencia estรกn otros procesos de negociaciรณn de conflictos armados o de violencia generalizada de larga duraciรณn: el tan ponderado proceso de Irlanda del Norte demandรณ mรกs de 3 aรฑos de diรกlogos y pactos para llegar al acuerdo de Viernes Santos que permitiรณ en 1998 dar por cerrado el enfrentamiento con armas del IRA y el dominio britรกnico que durรณ 30 aรฑos; en Sudafrica, despuรฉs de 28 aรฑos de resistencia, incluso armada, del CNA de Mandela y de otros grupos antiapartheid, se necesitaron 4 aรฑos de diรกlogos y acuerdos para llegar al pacto final; en El Salvador, esa cruenta guerra de 12 aรฑos demandรณ 30 meses de negociaciones para arribar al Acuerdo de Chapultepec en 1992.

Inventarse una fecha a partir de la cual se debe agotar la paciencia, es tan absurdo como sostener que en medio de elecciones no se puede tener algรบn tipo de avance en las negociaciones de paz convocando al mismo tiempo a votar por los candidatos que garanticen las mejores condiciones para un proceso exitoso que le ponga punto final a la guerra y conflictos armados. Para no ir muy lejos, hay que recordar que aquรญ en Colombia se concretaron cinco acuerdos de paz entre 1989 y 1991 en pleno proceso de elecciones, incluida una constituyente; las elecciones se convirtieron en una oportunidad para la paz y los cambios institucionales. Aรฑos despuรฉs, con el Mandato por la paz en las elecciones de 1997, la disputa por la paz y no la oferta de la guerra, fue lo definitivo en las presidenciales de 1998.

Hablar de suspensiรณn de las conversaciones de paz, en lugar de defender la necesidad de no dejar la mesa hasta la firma del acuerdo final, es abrirle paso a un juicio de responsabilidades por la crisis del proceso, aceptar el triunfo de los enemigos de la negociaciรณn y darle gabelas electorales a quienes llaman a la guerra sin cuartel para negociar solo despuรฉs de otra dรฉcada de muerte y sobre el supuesto de la desbandada de la guerrilla.

Los avatares de la coyuntura requieren buenas noticias desde La Habana, con resultados en temas ya maduros en lo polรญtico o en cultivos de uso ilรญcito. Las partes pueden acordar un receso combinado con una agenda de consultas sobre los temas pendientes. El anuncio podrรญa ser reforzado por la tregua unilateral que proponen Colombianas por la Paz y ojala con la inminencia de diรกlogos con el ELN. En estas condiciones la bandera de la paz no serรญa la proscrita de las campaรฑas electorales, sino la referencia para poner definitivamente a la defensiva a los guerreristas. El plazo es la paz!!

 

camilogonzalezposso@gmail.com – Bogotรก D.C. Octubre de 2013.

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