2016- 2022- LA OPORTUNIDAD DE LA PAZ

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Hemos leรญdo en estos dรญas muchas notas disonantes y reflexiones abrumadas sobre el turbulento aรฑo que terminรณ en Colombia. Desde muchos lados llegan pensamientos sobre las negociaciones de paz llenos de frustraciรณn y hasta desengaรฑo. No faltan matices ni advertencias รฉticas pero al final estรก el desconcierto. Nadie se atreve a la euforia por el riesgo de salirse de tono. El estado de รกnimo nacional, esa nube que intentan captar las encuestas, los astrรณlogos o los mรกs agudos analistas, se describe a medias con palabras mayores: incertidumbre o asombro. Si, pero NO. O viceversa. En medio del ruido de las novedades a veces prima la conmociรณn.

Hay hechos que ayudan a esas interpretaciones tremebundas. Pero todo eso resiste otras miradas si se colocan las noticias y sus imรกgenes en la matriz que corresponde y no en las lecturas de los miedos o la distancia entre expectativa, la ilusiรณn y la realidad. Los mismos hechos, inicialmente aturdidores, tienen su sentido como parte de una profunda ruptura que se estรก produciendo con la inercia de la guerra, en contra de la violencia endรฉmica que sigue presente o de las maquinas de la contrainsurgencia o de las insurgencias que no creen que les llegรณ la hora final.

Lo cierto es que ha ocurrido lo que hace una dรฉcada se definรญa como insรณlito. El Estado estรก pactando el fin de la guerra con unas guerrillas que han estado presentes en la vida nacional durante sesenta aรฑos. En ese proceso, por lo que respecta al poder, no sรณlo se ha involucrado el Presidente y la coaliciรณn de gobierno, sino todos los รณrganos del Estado. El Congreso de la Repรบblica aprobรณ la enmienda legal que le dio poderes al Presidente y sus voceros para conversar negociar y firmar un acuerdo de paz incluidos cambios de fortalecimiento de la democracia, la justicia y la equidad social. El Pueblo se pronunciรณ en el Plebiscito del 2 de Octubre ordenando revisar el pacto y ese mismo Congreso como representaciรณn del pueblo refrendรณ la actuaciรณn del gobierno cuando renegociรณ el Acuerdo Final firmado con las FARC. Las Cortes han concurrido con sus fallos estableciendo en unos casos la constitucionalidad de leyes y actos legislativos o vigilando las elecciones.

Todo el Estado y la sociedad han estado en movimiento como corresponde a un proceso extraordinario, llamado a dividir la historia de Colombia. Lo que comenzรณ como una negociaciรณn remota se convirtiรณ en debate nacional y movilizaciรณn de conciencias en todos los rincones bajo el acicate de la polarizaciรณn, el Plebiscito y sus resultados.

Por todo eso y mucho mรกs es que se puede decir que el aรฑo 2016 es el inicio del alumbramiento de una รฉpoca distinta para las actuales y futuras generaciones. Es la mรกs cercana probabilidad de un cambio de rumbo hacia la completa deslegitimaciรณn del uso de las armas y la violencia para las disputas por poderes o formas de acumulaciรณn. Es la posibilidad de cerrar un ciclo de luchas armadas insurgentes y de justificaciรณn del autoritarismo como rรฉgimen permanente de contrainsurgencia aplicado a toda la sociedad. No serรก el fin de la violencia pero si el fin de su justificaciรณn y con ello la obligaciรณn de intentar otra manera de dirimir los conflictos en la sociedad en las prรณximas dรฉcadas. No es la transformaciรณn segura para la democracia y la equidad pero si la oportunidad para evitar otro siglo de mรกs de lo mismo.

No han faltado las advertencias sobre el carรกcter parcial de los acuerdos salidos de mesas de negociaciรณn entre guerrillas y gobiernos, marcados por una correlaciรณn de fuerzas abrumadoramente favorable al orden vigente. Pero el reconocimiento de esa limitaciรณn no puede llevar a desconocer la importancia de lo pactado para fortalecer las acciones hacia cambios democrรกticos en el sistema polรญtico y en la implementaciรณn de reformas en desarrollo rural, polรญtica de drogas, verdad, reparaciรณn, justicia y otros derechos de las vรญctimas. No se pierde de vista que los pactos son apenas puntos de apoyo para las resistencias y la bรบsqueda de mejores condiciones transformadoras.

CONFLICTOS NO RESUELTOS Y LOS QUE VIENEN

Todos los estudios y discursos sobre la paz por la vรญa negociada han advertido que la terminaciรณn del conflicto armado con las FARC con toda su importancia, es apenas parte del proceso, una cuota inicial, el inicio de una transiciรณn imaginada con nuevos conflictos, con menos armas pero no exentos de violencia y de riesgos.

Se ha dicho que esa transiciรณn supone etapas y desarrollos parciales o incompletos que deben ser orientados hacia nuevos pactos polรญticos e incluso de armas. Allรญ se ubica el difรญcil proceso de negociaciรณn entre el gobierno nacional y el ELN, pero de manera especial estรก viva la confrontaciรณn con aquellos sectores que han sido parte activa de la guerra desde posiciones de ultraderecha y que ahora han logrado aglutinar polรญticamente a un sector muy importante de la sociedad. Allรญ han concurrido los mรกs guerreristas pero tambiรฉn los radicales de las ideologรญas neoconservadoras incluรญdas corrientes religiosas inspiradas en el fanatismo neopentecostal. A ellos se suman tambiรฉn muchos descontentos con el gobierno y los cooptados por los discursos de odio o retaliaciรณn por los abusos de la guerrilla y los impactos del conflicto armado.

Alrededor de los estrategas de la guerra se formรณ una coaliciรณn nacional e internacional que gobernรณ por dรฉcadas y que en las รบltimos tres lustros inclinรณ la balanza definitivamente en contra de la pretensiรณn ilusoria de cambio radical del poder por la vรญa de las armas. Parte de esa mรบltiple alianza contrainsurgente, encabezada por el Presidente Juan Manuel Santos, considerรณ dadas las condiciones para cerrar el conflicto armado en una negociaciรณn asimรฉtrica, sin cambios estructurales pero con algunas reformas parciales en lo rural y la promesa de una apertura democrรกtica.

Pero el sector mรกs de derecha y mรกs comprometido con el paramilitarismo y con el reparto territorial heredado de la violencia, ha mantenido su fรฉrrea oposiciรณn pretendiendo que les resulta mรกs rentable llevar la estrategia militar hasta el aniquilamiento y sometimiento del contrario y de paso cerrarle el paso a cualquier expresiรณn polรญtica o social que pueda dar posibilidad a un gobierno de centro y mรกs aรบn de tipo reformista.

En el Plebiscito del 2 de octubre ese sector autoritario de ultraderecha logrรณ la mayorรญa de los votos con el discurso de exigir ajustes o correcciones al Acuerdo Final suscrito en La Habana entre el Gobierno y las FARC y despuรฉs se ha negado a aceptar la renegociaciรณn realizada que llevรณ a un Nuevo Acuerdo Final y a su posterior ratificaciรณn en el Congreso de la Repรบblica. Exigieron que se incluyeran en el texto del nuevo acuerdo garantรญas de beneficios econรณmicos en las disputas territoriales y cambios sustanciales en la Jurisdicciรณn Especial de Paz para otorgar gabelas adicionales de impunidad a sus voceros y aliados comprometidos en crรญmenes de guerra o de lesa humanidad; al mismo tiempo pidieron incluir enmiendas en el nuevo acuerdo final para inhabilitar polรญticamente a la cรบpula de la guerrilla en la prรณxima dรฉcada y obligarla para ello a una estricta privaciรณn de la libertad durante el tiempo de eventuales condenas por crรญmenes atroces o por narcotrรกfico.

Con la oposiciรณn a la soluciรณn negociada con reformas y justicia restaurativa estรกn entremezclados los que viven y quieren seguir viviendo de la violencia y la guerra. Las mafias y narcoparamilitares son lo mรกs visible pero allรญ se incluyen los negociantes oportunistas, legales e ilegales, que se resisten a limitar el botรญn: quieren seguir en la sombra, sin implicarse directamente en acciones armadas, para continuar beneficiรกndose de la oportunidad que les brinda ese contexto violento para sus rentas o sus intereses de poder.

La primera dificultad del inicio de la transiciรณn se manifiesta en la polarizaciรณn con esa oposiciรณn que representa a sectores poderosos que no han entrado en los acuerdos de paz y que han relanzado su total oposiciรณn al acuerdo final renegociado que desconocen por no acoger todas sus exigencias y por no ser sometido de nuevo al voto popular para una refrendaciรณn directa. Califican de ilegitimo y dictatorial al gobierno, sustentando que se ha dado un golpe al constituyente primario, al Congreso y a la Constituciรณn. Esa es la lectura que hacen de la refrendaciรณn realizada por el Congreso de la Repรบblica y de los mecanismos de implementaciรณn, incluidas las comisiones de seguimiento y la vigencia del acto legislativo con el Fast Track y los poderes transitorios al Presidente de la Repรบblica.

Con esos discursos la ultra derecha llama a la insubordinaciรณn y la desobediencia civil, a derrotar al gobierno y a derogar los acuerdos desde un triunfo electoral en el 2018. Intentan construir una alianza internacional que incluya a la administraciรณn Trump para revertir los pactos y detonar todo con la solicitud de extradiciรณn de los jefes exguerrilleros y la redefiniciรณn de estrategias de seguridad de la guerra antiterrorista en el continente. Mientras tanto la tรกctica es sabotear por todos los medios a su alcance, incluidas las demandas ante las Cortes, es multiplicar la oposiciรณn a la implementaciรณn de los acuerdos y su ampliaciรณn al ELN.

LA ALIANZA POR LA PAZ

La fuerza y fragilidad del proceso y del inicio de la transiciรณn se sustenta en la alianza por la paz que llevรณ al gobierno a Juan Manuel Santos y que tiene amplias mayorรญas en el Congreso de la Repรบblica y en los poderes del Estado.

Para avanzar en las negociaciones de paz con las FARC y con el ELN esa amplia alianza ha contado con el respaldo extraordinario de la comunidad internacional, de la mayorรญa de los grandes grupos econรณmicos y mediรกticos, de lo central del poder militar y de un espectro polรญtico que va desde la derecha a sectores de la izquierda y a las mรกs importantes organizaciones sociales de trabajadores, intelectuales, jรณvenes , mujeres, campesinos y pueblos รฉtnicos.

Esa es la alianza que por ahora sostiene la implementaciรณn de los acuerdos, la bรบsqueda de un pacto final con el ELN y la construcciรณn de condiciones para la transiciรณn en la prรณxima dรฉcada.

La Legislatura Especial de Paz que se iniciรณ con la aprobaciรณn de la Ley de Amnistรญa depende de esa alianza y por ello la normatividad bรกsica para la implementaciรณn de los acuerdos tiene que ser aprobada en 2017 a riesgo de quedar congelada en los inciertos arreglos polรญticos y de gobierno del perรญodo 2018 โ€“ 2022.

La heterogeneidad de la alianza por la paz le da su fuerza y tambiรฉn su fragilidad. De su permanencia depende que se logren las reformas pactadas en cuanto a apertura democrรกtica, desarrollo rural, derechos de las vรญctimas y de la sociedad a verdad, justicia, reparaciรณn y garantรญas de no repeticiรณn y por supuesto de trรกnsito de las guerrillas a organizaciones polรญticas y sociales en la legalidad.

Se ha advertido que la heterogeneidad de la alianza comienza por la composiciรณn de los sectores de la Unidad Nacional y por los grupos de interรฉs que la rodean con sus distintas apuestas. La idea abstracta de โ€œinmutabilidad del modelo econรณmico y polรญticoโ€ es base del pacto implรญcito en la cรบspide de poderes que dirigen la polรญtica y los lรญmites de la implementaciรณn. Y a pesar de la rigidez frente a los cambios, en ese bloque de poder hay un equilibrio inestable que se mantiene nivelando por lo bajo los alcances de los pactos y en espera de los realineamientos de la campaรฑa electoral que se pondrรกn en acciรณn en el segundo semestre de 2017, cuando se abre la competencia para el Congreso y la Presidencia de la Repรบblica.

El inicio de la candidatura presidencial de Germรกn Vargas Lleras y los alineamientos de Cambio Radical y del Partido Conservador obligaran a definiciones a los otros partidos de la Unidad Nacional y al lanzamiento de candidatos realmente alineados con la soluciรณn polรญtica y la implementaciรณn de los acuerdos.

Los componentes de centro โ€“ izquierda y desde sectores de la llamada izquierda legal o de movimientos sociales han aportado una corriente clave a la alianza por la paz respaldando la soluciรณn negociada y la construcciรณn de los acuerdos para la terminaciรณn del conflicto armado.

Desde esa alianza por la paz, la izquierda ayudรณ a la reelecciรณn de Santos y hace el difรญcil ejercicio de acompaรฑar su gobierno en temas de paz y al mismo tiempo diferenciarse o hacer oposiciรณn a las polรญticas que siguen siendo de corte neoliberal, de promociรณn del modelo de la โ€œlocomotoraโ€ extractivista a pesar de su crisis, y de privilegios para los grandes inversionistas nacionales y extranjeros. Esa tensiรณn entre alianza por la paz y proyecciรณn polรญtica propia se harรก mรกs fuerte a la hora de las definiciones sobre candidaturas presidenciales y si hay segunda vuelta en 2018.

VIOLENCIAS EN EL INICIO DE LA TRANSICIร“N

No debe olvidarse que en Colombia estamos dando apenas el primer paso hacia la superaciรณn del conflicto armado. En el pasado ante cada intento de soluciรณn negociada fueron mรกs visibles las confrontaciones con los partidarios de seguir la guerra o de la imposiciรณn total de condiciones de sometimiento y de asfixia a expresiones polรญticas legales de corte revolucionario o reformista. El paramilitarismo y el narcoparamilitarismo desplegaron su mayor fuerza cuando se intentรณ la negociaciรณn en los aรฑos ochenta y sobre todo despuรฉs de la Constituyente de 1991 o contra el ensayo de negociaciรณn en El Cagรบan y aรฑos siguientes entre 1999 y 2006. La ultraderecha se exacerbรณ y buscรณ sus mรกs radicales expresiones militares y polรญticas. Los poderes sustentados en la violencia, el autoritarismo y dictaduras regionales o locales no se quedaron en los discursos; entonces las cifras de vรญctimas crecieron geomรฉtricamente y creciรณ la lista de jefes rebeldes asesinados cuando estaban intentado la paz o la polรญtica post acuerdos.

En la actual etapa tambiรฉn estamos viviendo la exacerbaciรณn de la violencia selectiva, aunque a niveles menores de los que se dieron en las dรฉcadas pasadas y dentro de una tendencia general a la disminuciรณn de eventos bรฉlicos, de infracciones a las normas del DIH y a menos hechos graves de violencia directamente asociados al conflicto armado.

El cambio de circunstancias ayuda a limitar las expresiones de violencia y hace total diferencia con el pasado el que ahora se de un apoyo formal a los acuerdos desde los poderes del Estado, los mandos de las Fuerzas Armadas y de los aparatos extranjeros de inteligencia y cooperaciรณn militar. Se puede constatar la existencia de una voluntad desde el gobierno y las Fuerzas Armadas de pasar a otra etapa parando la guerra y focalizando estrategias frente a las expresiones de conflicto armado y de violencias que continรบan en muchos territorios. Por el otro lado no existen dudas sobre la determinaciรณn de las FARC de pasar a la vida polรญtica legal y cumplir plenamente los pactos de terminaciรณn de acciones ilegales y armadas.

A pesar de esas decisiones centrales de poner en marcha todos los dispositivos del fin de la guerra y de las estrategias contrainsurgentes, incluidos sus componentes abiertos o encubiertos de control de poblaciones, siguen en pie por inercia en unos casos y en otros justificados por el enfrentamiento al ELN, a los llamados Grupos Armados Organizados o bandas criminales sucesoras del paramilitarismo o asociadas al narcotrรกfico y otros negocios ilรญcitos.

A su vez el repliegue de las FARC hacia las zonas de reagrupamiento o hacia las Zonas Veredales Transitorias supone arreglos en los territorios de retaguardia o de mayor influencia, redefiniciรณn de las milicias y de relaciones con organizaciones sociales o comunitarias, fin de negocios de economรญas de guerra en zonas de cultivos de coca o de minerรญa ilegal o rutas de la logรญstica insurgente. Al interior de algunos frentes de las FARC se dan realineamientos y hasta fracturas como las que se han registrado en El Guaviare o en Tumaco que dejan reductos en acciones armadas. El repliegue de las FARC y la inminencia de la dejaciรณn de armas acelera la recomposiciรณn de fuerzas. Ademรกs. en zonas de influencia de esa organizaciรณn aumentan las fricciones con otras fuerzas legales e ilegales que pretenden aprovechar el momento para aumentar su presencia.

Lo mรกs crรญtico al inicio de la transiciรณn es la contraofensiva de la ultraderecha para desmontar los acuerdos de paz que en las regiones ampara la continuidad de las disputas territoriales por tierras, recursos y poder. Esta situaciรณn es evidente en zonas de disputa por acumulaciรณn ilegal de predios, de reclamos organizados de tierras usurpadas a desplazados o de territorios รฉtnicos.

Tambiรฉn se presenta un realineamiento de organizaciones sociales y polรญticas en las regiones y en especial en aquellas en las cuales se ha vivido con mayor intensidad la violencia y el conflicto armado. Allรญ en donde confluyen diversas organizaciones armadas, fuertes iniciativas contrainsurgentes, presencia de mafias, parapolรญticos, narcotraficantes y poderes corruptos, es mayor la persistencia de la violencia en contra de la poblaciรณn o de los lรญderes sociales o comunales.

Todos esos vectores que concurren en dinรกmicas violentas se activan por el panorama nacional de polarizaciรณn y de oposiciรณn radical a los acuerdos de paz y sus limitadas reformas. Y tambiรฉn en razรณn de la inestabilidad de los pactos o sus incertidumbres jurรญdicas. Los discursos radicales a deponer el gobierno, a revertir los acuerdos o a resistir de toda forma a posibles reformas, sirven de aliciente a los nรบcleos civiles experimentados en el uso de las armas o de armados; esos nรบcleos mantienen relaciones, culturas e ideologรญas capaces de recurrir a las mรกs atroces formas de violencia. Pero tambiรฉn hay dinรกmicas desde lo regional que mantienen la cultura del uso de la fuerza para dirimir los nuevos conflictos o aprovechar los momentos de crisis nacional o de reordenamientos locales de poder.

MEJORES CONFLICTOS

En los รบltimos meses de 2016 fue grande la preocupaciรณn por la persistencia de violencias en muchas regiones pero se reflexionรณ menos sobre la irrupciรณn de grandes movimientos por la paz en todo el paรญs, en los territorios mรกs afectados por el conflicto y en las grandes ciudades.

Las campaรฑas por el Plebiscito mostraron el vigor de ese sentimiento nacional por la paz e incluso los radicales promotores del NO a los acuerdos de La Habana se vieron obligados a hacer sus convocatorias a nombre de la soluciรณn negociada argumentando que rechazaban puntos de esos acuerdos pero no la paz ni a la totalidad de lo pactado. Despuรฉs del triunfo del NO en el Plebiscito sus voceros han evolucionado a posturas mรกs radicales y aรบn asรญ no encuentran fรกcil retomar el enfoque guerrerista tal como se presentรณ en el 2002.

El resultado del Plebiscito alertรณ a las mayorรญas urbanas para que expresaran su respaldo a los acuerdos de paz y a la bรบsqueda de cambios para cerrar la historia de violencia en Colombia. Han sido multitudinarias las movilizaciones en las capitales y las expresiones pacifistas en todos los รกmbitos de la vida social, muy especialmente con el protagonismo de la juventud y los centros edicativos.

La mayor reserva para la paz se encuentra en estas nuevas expresiones ciudadanas y de sectores urbanos y en su confluencia con los movimientos y organizaciones de campesinas, indรญgenas y afrodescendientes que han mostrado su fuerza desde tiempo atrรกs.

El movimiento social por la paz en esta etapa estรก mostrando que llega con sus agendas renovadas no solo como apoyo a la soluciรณn pacรญfica del conflicto sino con expectativas de cambio: rechazo a la corrupciรณn y a la politiquerรญa, rechazo a la apropiaciรณn privada de lo pรบblico, respeto a la diversidad y a los derechos de las mujeres y de las minorรญas, exigencia de respuestas al cambio climรกtico y a los conflictos ambientales, garantรญas a los derechos humanos y valores emergentes, bรบsqueda de nuevos caminos para la libertad, la equidad y la solidaridad.

Ese movimiento social emerge en el encuentro de multitudes y sobre todo con nuevos lenguajes, como redes y expresiones desde la inteligencia, el conocimiento, la cultura y la estรฉtica y parte desde lo singular con un sentido automรกtico de lo global, desde la base y los territorios y desde la cรบspide de la imaginaciรณn. Se esta agromerando una รฉtica democrรกtica y pacifista en la sociedad que impregna la vida cotidiana y la conversaciรณn en la familia, la escuela, el espacio publico y los espacios de la creaciรณn o la recreaciรณn. Es mรกs espรญritu que materia, mรกs espontaneidad que aparatos polรญticos, mรกs sentimiento e indignaciรณn frente a la injusticia que irrupciรณn del odio o la indiferencia frente a la violencia. Por allรญ va el agua al molino de las transformaciones posibles en esta etapa de nuestra historia.

Desde el fortalecimiento de sujetos sociales y polรญticos para responder a los grandes retos nacionales y territoriales se podrรกn transformar los conflictos en instrumentos de construcciรณn de paz, es decir en transformaciones para la ampliaciรณn y recreaciรณn de la democracia y de condiciones de equidad y solidaridad.

Con estas reservas estรก dada la posibilidad de fortalecer las alianzas de apoyo a los acuerdos de paz acompaรฑando las negociaciones y la implementaciรณn de lo pactado; pero tambiรฉn para ir mรกs allรก en la construcciรณn de un nuevo periodo de paz en Colombia basado en las transformaciones estructurales que son necesarias para un largo ciclo de vida democrรกtica real.

PRIMERA CONCLUSIร“N

El cese definitivo de hostilidades, que anuncia la terminaciรณn del conflicto armado con las FARC, y la implementaciรณn acelerada y efectiva de los acuerdos son palancas poderosas para enfrentar todos estos problemas del inicio de la transiciรณn. Estas palancas incluyen la renovaciรณn del Pacto Polรญtico por la Paz y su ampliaciรณn hacia el siguiente cuatrienio (2018 – 2022). Se requiere al mismo tiempo el fortalecimiento de sujetos democrรกticos en lo regional y nacional que sean capaces de darle soporte a la transiciรณn, fortalecer gobernabilidades territoriales transformadoras y promover programas de cambio.

En esta misma direcciรณn adquiere importancia estratรฉgica el logro de un acuerdo para la paz con el ELN y la eliminaciรณn de cualquier justificaciรณn para la permanencia de instrumentos del rรฉgimen contrainsurgente o de ideologรญas que reivindiquen la continuidad del uso de las armas para dirimir conflictos sociales, econรณmicos o de poder.

La metรกfora del Alumbramiento, como en el Orรกculo de Confucio, alude al proceso de nacimiento con su promesa, sus dolores y sus riesgos. Por eso no hay que olvidar que estamos en el inicio de la oportunidad de la paz, que no es lo mismo que haber llegado a ella.

La nueva era viene preรฑada de todas las contradicciones y herencias del pasado y su desenlace se darรก en medio de conflictos no resueltos y de los que vienen con la emergencia de nuevos actores polรญticos, con la renovaciรณn de tradicionales sujetos sociales.

San Francisco- CAL, 2 de enero de 2017

camilogonzalezposso@gmail.com

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